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El espejo que refleja nuestro interior

Autosabotaje, por qué nos dañamos a nosotros mismos

Autosabotaje

Conversaba con una amiga que me preguntaba sobre algunos problemas que ella consideraba que requería de mi ayuda. Hablamos largamente, porque sus preguntas requerían de ciertas explicaciones previas, así fue como conversamos de la relación que hay entre las emociones, los sentimientos, los pensamientos y nuestro sistema fisiológico, y esto no termina allí pero había que hacerlo corto. Hago un paréntesis para acotar que considero que estas separaciones son arbitrarias y que obedecen más a las convenciones del lenguaje y a la comodidad, que a una verdadera separación de sistemas independientes. Luego hablamos de las diferencias entre aquello a lo que se le llama consciente e inconsciente, de forma muy somera, y de cómo este último parece tener el rol protagónico en nuestras vidas. Estos temas le interesaron y en ocasiones hasta le sorprendieron, sin embargo, nada causó más impacto en ella que descubrir por sí misma, a través de las preguntas que le hiciera, la frecuencia con la que atentamos contra nosotros mismos, es decir, las veces que nos “autosaboteamos”.

En el Diccionario de la Lengua Española no existe la palabra saboteo sino sabotaje. Dicha palabra viene del francés sabotage y tiene dos acepciones:

  1. Daño o deterioro que se hace en instalaciones, productos, etc., como procedimiento de lucha contra los patronos, contra el Estado o contra las fuerzas de ocupación en conflictos sociales o políticos.
  2. Oposición u obstrucción disimulada contra proyectos, órdenes, decisiones, ideas, etc.

Entonces, podríamos decir que autosabotaje es cuando nosotros mismos nos oponemos, dañamos o impedimos lograr lo que nos hemos propuesto. Pero sigamos con la historia y luego veremos cómo es que podemos caer en una contradicción como esta.

¿Cómo surgió el tema del sabotaje

Sigamos con lo que les contaba de la conversación con la amiga. El tema surgió como respuesta a una de sus preguntas sobre el tiempo promedio que tardaba lograr ciertos cambios de paradigmas o creencias autodestructivas con la ayuda de las técnicas que ofrece la programación neurolingüística, la hipnosis y las regresiones, que son las herramientas que empleo en la terapia. Podía verse que esperaba una solución instantánea. Le dije que dependía de cada caso y que normalmente en promedio se requerían unas tres sesiones de hipnosis, aunque es muy arriesgado dar una cifra como esa, porque hay casos muy complejos y otros muy sencillos que solo requieren una sesión. Le expliqué que los casos en que he visto que no ha sido posible, es porque había personas que teniendo la posibilidad de librarse de lo que los oprime, hacían todo por mantener la situación

“Por Dios ¿Cómo va a acudir a terapia una persona que no desee resolver el conflicto por el que viene a tu consulta? Eso no tiene sentido”, respondió ella con una expresiva cara de sorpresa.

Le expliqué que desde el punto de vista lógico, no lo tenía, pero que la mayoría tiene una serie de procesos inconscientes, programas, que fastidian, entorpecen y hasta destruyen lo que deseamos alcanzar o mantener. Alguno de los típicos programas (acciones automáticas e inconscientes) y creencias que con más frecuencia he encontrado en las personas que viene a consulta son las siguientes:

Creencia Programa
Debo demostrarle a los demás que valgo. Esta creencia suele disparar programas o síntomas típicos de las personas con complejo de inferioridad o superioridad. Los primeros tratan de pasar desapercibidos y los últimos necesitan llamar la atención.
Soy incapaz de lograr buenos resultados Se ejecutan acciones en las que los posibles buenos resultados se dañan por “mala suerte”. En realidad la persona de forma inconsciente causa problemas donde no debería haberlos
No merezco ser feliz Se ejecutan acciones que producen dolor emocional, o la persona provoca reacciones de desprecio, ira, violencia, etc., en quienes están a su alrededor.
Soy víctima / Soy débil / No puedo Se ejecutan acciones en las que se detona un sentimiento de lástima o pena hacia la persona, hasta que quienes lo rodean descubre su manipulación. La persona no cae en cuenta realmente de la manipulación que intenta hacer.
La sensibilidad me hace débil / vulnerable Desencadena acciones de agresividad innecesaria. Muchas personas optan por esta respuesta como un caparazón para no mostrarse como realmente son por el temor de que se aprovechen de ellos.
Necesito ser amado / aceptado Las personas intentan ganarse la aceptación o gracias de los demás, complaciéndolos e imitándoles. Son como camaleones del comportamiento, actúan no por su propio criterio sino para agradar a otros.
La vida me debe Las personas actúan como si “la vida” o “el mundo” les debiera algo, satisfacciones, comodidades, etc.

Qué es un programa

El-cerebro-humano-la-mejor-contraseñaUn programa es un conjunto de acciones secuenciales que se desencadenan de forma automática e inconsciente, cada vez que se presenta un estímulo particular que hace de disparador de la situación. Pueden contener pocas instrucciones y ser muy sencillos o contener una larga lista de pasos. Los programas se ejecutan de forma automática cada vez que se está en presencia del disparador o estímulo. Aunque no es usual, en ocasiones podemos intervenir en la secuencia del programa (cambios en el comportamiento), pero este tipo de cambio no es permanente porque requiere de mucho esfuerzo y voluntad. Por esta razón, cuando se desea establecer un cambio permanente, lo mejor es hacer los cambios a nivel de creencias y hábitos.

Un ejemplo de programa puede ser el tipo de respuesta que da una persona, digamos un supervisor, cuando sus supervisados no hacen lo que espera, lo que le produce frustración. El esquema de este caso sería el siguiente:

Disparador o estímulo: en este caso sería un resultado no deseado, supongamos que el informe no fue entregado a tiempo. Este disparador a su vez, dispara otro estímulo, en este caso emocional, surge frustración y rabia.

Inicio del programa

  1. El supervisor comienza a recordar eventos pasados que también le han causado molestia.
  2. El supervisor llama a la persona responsable de la falta
  3. Ante la explicación del responsable, el supervisor comienza a elevar la voz.
  4. Termina gritando al responsable
  5. Refuerza una creencia asociada, tal vez “los supervisados no son capaces”, o “para que algo salga bien debo hacerlo yo mismo”, o posiblemente “debo ser duro con el personal para lograr que las actividades se den”.

Fin del programa

De la acción 1 a la 5 el supervisor estuvo muy poco consciente de lo que estaba haciendo. Supongamos que el personal, va y se queja con el jefe del supervisor por el maltrato constante que recibe, y que el gerente le advierte al supervisor que no debe continuar gritando al personal, entonces, debido a la advertencia del gerente, el supervisor hace un cambio de comportamiento, y ante el estímulo, se contiene de ejecutar el programa, sin embargo, dentro de él, quiere ejecutarlo. Esto causa una tremenda presión en el supervisor, que lo enferma y probablemente, en otras ocasiones, terminará haciendo lo que siempre ha hecho.

De manera general, cuando una persona hace conciencia de algún comportamiento que no desea mantener, pero no tiene las herramientas para cambiar el programa, suele ocurrir que se promete a sí misma o a otros que cambiará, pero no puede lograrlo porque realmente no tiene control consciente de sí mismo ante el estímulo que dispara el programa, y cuando entra en conciencia ya ha ejecutado las acciones. Cuántas veces no hemos escuchado frases como: “lo volvía a hacer otra vez”, o “no sé qué me pasó, no me pude contener”. Por ejemplo, una persona promete no irse de farra o juerga con los amigos, y genuinamente tiene el deseo de cumplir con su promesa, sin embargo,

Cómo se instalan los programas

Todo lo que aprendemos es un programa, cepillarnos los dientes, conducir, atarnos las trenzas de los zapatos, etc. Un programa puede, y generalmente es así, tener asociado emociones y sentimientos. Por ejemplo, una persona puede tener un programa que la lleva a comer de manera compulsiva, otra en cambio puede reaccionar de manera automática cuando tiene ante sí a una persona que le atrae físicamente, o ante la posibilidad de ingerir alcohol o de bailar, etc. cuando llega la invitación (el estímulo), es incapaz de contenerse y accede. Luego que se ejecutan las acciones (culmina el programa), vuelve en sí pero ya es tarde.

Tipos de programas

Los programas no son ni buenos ni malos, sólo son convenientes o inconvenientes dependiendo de lo que el individuo desea lograr y del contexto. Por ejemplo, imaginemos un estudiante con buenos hábitos de estudios. Ante un material didáctico desconocido (el disparador), el estudiante realiza un estudio (el programa) hasta que asimila dicho contenido (fin del programa). Esa misma persona, puede tener un programa de ejercicios que se ejecuta cada vez que tiene tiempo libre y está en el parque. Un programa de autosabotaje, es un programa inconveniente, dado que se opone a lo que el individuo desea lograr en un momento dado. Hay situaciones en el que un programa inconveniente se puede convertir en conveniente. Es el caso de un niño al que le gusta lanzar piedras, si se reencuadra el contexto y el chico se incorpora al béisbol, su pasión por lanzar puede convertirse en un talento.

Combinaciones de programas

Es importante destacar que los programas se pueden anidar, concatenar, llamarse unos a otros, etc. Por ejemplo, en el caso anterior, el hombre puede tener además un programa que lo lleva a embriagarse o tal vez, si durante la juerga encuentra a una mujer que le atrae, se le dispara otro programa que ejecutará su propia secuencia de acciones.

Cómo se crean los programas

Los programas tienen dos componentes principales, creencias y hábitos:

  • Creencia: surgen como aprendizaje de las acciones que percibimos o realizamos que confirman una particular visión del mundo. Entre otras cosas, las creencias nos permiten simplificar el mundo que percibimos, dándole un sentido y significado particular al presente, tiñendo subjetivamente nuestras memorias, e incluso nos ayudan a extrapolar o predecir los posibles resultados de las situaciones por venir. Cuando la predicción coincide con el resultado esperado, la creencia se refuerza, y nos predispone a que ocurra lo mismo ante el mismo estímulo. Cuando ocurre lo contrario repetidamente, entonces creamos una nueva creencia. Claro está que cuando estamos iniciando nuestra vida, las creencias nos son impuestas por quienes nos rodean, nuestros padres o quienes nos cuidan, los hermanos, la familia, los amigos, la escuela, el lugar donde crecemos, la idiosincrasia del país y del momento histórico, en fin, un conjunto de creencias o paradigmas que nos preceden y heredamos, desde allí parte.

Por ejemplo, un niño se relaciona con perros desde pequeño, juega con ellos, crece con ellos. Cuando es adulto y ve a un perro, es muy probable que se alegre y que tenga un buen concepto de los perros. Otro niño es apartado de los perros, en alguna oportunidad pasa un susto con un perro que le ladró o lo mordió, tal vez desarrolle incluso alergia a los perros. Cuando sea adulto y vea a un perro, es probable que sienta desagrado e incluso miedo.

  • Hábito: las actividades que hacemos repetidamente se convierten en hábitos. Los hábitos tienen la particularidad de que no exigen de nosotros esfuerzo, lo que hacemos habitualmente surge de forma automática en nosotros. Los hábitos no sólo se manifiestan en nuestras acciones o comportamiento, también creamos hábitos emocionales y mentales. Cuando ciertas emociones o sentimientos se hacen frecuentes, nos habituamos a ese tipo de emoción o sentimiento y luego procuramos de forma inconsciente crear situaciones tales que nos permitan experimentar esa emoción o sentimiento una y otra vez. De igual forma ocurre con los pensamientos, cuando nos acostumbramos a pensar de cierta forma, tal vez de manera creativa, práctica o positiva, llega un momento en que esa manera de pensar se convierte en hábito. Puede ocurrir que nos acostumbremos a pensar de manera negativa, pesimista o impráctica. El hábito mental dependerá de la manera en que nos acostumbremos a pensar.

Por ejemplo, imaginemos que por un tiempo se daña la manilla de la puerta de nuestro vehículo y tenemos que entrar por la otra puerta. Si esto llegara a mantenerse por un período de tiempo considerable, digamos un mes, nos habituaríamos a hacerlo. Luego, cuando finalmente reparemos la manilla, tendremos que desacostumbrarnos y pasará cierto tiempo en que pudiendo abrir la puerta, continuemos entrando por la otra puerta. Cuando estudiaba en la universidad, y comenzaban las vacaciones, los primeros días me costaba despreocuparme del ritmo de estudio e incluso me despertaba sobresaltado con la sensación de tener algo pendiente por hacer. Luego, cuando comenzaban las clases, tenía que acostumbrarme nuevamente al ritmo que imponía el ser un estudiante activo.

Hay que decir también que los hábitos no son ni buenos ni malos, sólo hay hábitos convenientes e inconvenientes de acuerdo a lo que deseamos alcanzar, y tampoco son inmutables, afortunadamente pueden ser cambiados por otros que consideremos más útiles. Ahora sí estamos listos para abordar el tema del autosabotaje.

Autosabotaje: cuando nos castigamos o destruimos sin darnos cuenta

autoflageloA continuación mencionaré los casos más comunes de autosabotaje que he encontrado durante las terapias que realizo:

  1. Programas obsoletos o descontextualizados

Algunas veces los programas que una vez nos fueron útiles, parecieran que se vuelven contra nosotros porque nuestros objetivos cambiaron o porque cambió el contexto o simplemente, porque no son útiles en todas las circunstancias. Cuando es este el caso, es probable que un programa en particular no esté creando problemas. Un típico cambio de objetivo ocurre cuando nos comprometemos sentimentalmente, luego de ese evento, hay una serie de programas que deberán ser descartados y otros que deberán incorporarse. Si mantenemos los mismos programas, con seguridad tendremos problemas en la relación. La manera de manejarnos en invierno, será diferente en verano, cuando somos estudiantes o cuando ingresamos al mercado laboral, cuando somos solteros o cuando nos casamos, cada situación requiere programas específicos, si no hacemos los ajustes necesarios, entraremos en conflicto.

  1. Autoflagelación para espiar culpas

Hay veces en que los programas en sí mismos están diseñados para causarnos daños o problemas. Es el caso de los comportamientos destructivos que sirven para proporcionarnos dolor, situaciones conflictivas o problemas.

Un programa para causarnos dolor puede estar impulsado por una creencia de que no merecemos la felicidad, o por la creencia de que requerimos ese dolor para expiar alguna culpa, es el equivalente a lo que hacen algunas personas al autoflagelarse, sólo que en este caso, no somos conscientes de que lo estamos haciendo. Entonces, cuando todo marcha bien, cuando estamos a punto de alcanzar aquello por lo que tanto hemos luchado, una imprudencia nuestra, una torpeza, una tontería lo arruina todo, y algo dentro de nosotros dice “sabías que terminarías dañándolo”, o tal vez “era muy bueno para ser cierto”, o “no me voy a engañar, siempre supe que no podría”, etc. Esto aunque no parece lógico ni racional tiene su fundamento, además opera sin tener en cuenta lo que deseamos de forma consciente.

  1. La necesidad de llamar la atención o de controlar a través del sufrimiento

Algunas veces autosabotaje tiene que ver con llamar la atención. Lo vemos en el típico comportamiento autodestructivo de algunos niños que para llamar la atención de quienes los cuidan o para ejercer control a través de la alarma que generan, se halan los cabellos, se muerden, se tiran al suelo de manera violenta, se golpean contra las paredes, se procuran asfixias o vómitos. Este comportamiento se refuerza si comprueban que les da resultado al obtener de los padres o sus cuidadores la respuesta que estaban esperando. La cuestión es que si no se corrige en la infancia, puede que hagan lo mismo cuando ya dejen de ser niños.

  1. La necesidad de ser víctima en una relación

De igual forma, hay que incluir a aquellas personas que se quejan de situaciones o personas que le suponen tormentos y desventura, pero a la vez no hacen nada por salir de la dinámica de la cual se quejan y si le ofrecen soluciones, guía o ayuda, no escuchan, buscan miles de excusas o hasta se molestan. Lo sorprendente, es que generalmente las quejas la hacen con quienes no tienen medios para resolver la situación, lo cual implica que lo único que desean es tener un medio con el cual manifestar que son “víctimas”, y salir de la relación de la cual se quejan les impediría mantener dicho rol.

  1. La necesidad de comprobar una creencia implantada en la infancia

Cuando somos niños nuestro sentido crítico no está desarrollado, si nos insultan constantemente, si nos dicen que no servimos, que todo lo hacemos mal, que somos brutos, asiduamente, terminaremos siendo programados de esa forma, y luego, cuando ya somos grandes podemos pensar de forma consciente que si valemos, que somos talentosos, que podemos lograr nuestras metas, pero habrá una sombra en nuestro inconsciente, una creencia instalada desde nuestra niñez que no identificamos que se encargará de hacer cumplir esta fatídica predicción de que lo que hacemos estará mal. Entonces, sin que nos demos cuenta, haremos algo que impedirá que obtengamos el resultado que conscientemente deseamos.

  1. Temor al cambio o a lo desconocido

Suele decirse que el cambio genera resistencia, incomodidad y hasta miedo, y esto se debe principalmente en que cambio significa para algunos, incertidumbre. Quienes temes al cambio, son capaces de crear situaciones que los perjudiquen si ese perjuicio los mantiene en la comodidad de lo conocido. Esto conocido no tiene por qué ser algo agradable para ellos, no se trata de eso, se trata de que al ser conocido ya saben qué esperar de la situación, cuánto les hace sufrir, cuánto duele. En cambio, una nueva situación los sacaría de esa zona de confort en la que yacen sin hacer esfuerzo, sin aparentes riesgos.

  1. Procastinar o cuando postergamos sin razón aparente.

Algunas personas se autosabotean postergando el inicio, desarrollo o culminación de sus proyectos. Generalmente ocurre porque son perfeccionistas y en el fondo tienen un gran temor por no conseguir el resultado que esperan. Otra veces, se detienen tanto en los detalles que se olvidan que “lo perfecto es enemigo de lo bueno”.

Hay otros casos de autosabotaje, niveles muy altos de exigencia, miedo al éxito, creencias erróneas sobre el dinero, etc., que son válidos de analizar, pero considero que con los mostrados es suficiente para comprender cómo opera este fenómeno que es más común de lo que solemos pensar.

Consecuencias del autosabotaje

Los sentimientos, las emociones, los pensamientos, el cerebro, el sistema nervioso, el sistema inmunológico, etc., todos están interrelacionados de tal manera, que lo que ocurre en uno impacta a los otros. En el caso del autosabotaje, no sólo se arruinan nuestros planes, nuestros sueños, sino que además nos enfermamos física, emocional y mentalmente, es cuestión de tiempo, además muy probablemente se afectan a quienes conviven con nosotros.

El grave problema del “No soy yo, son los demás”

fingerSi revisamos la historia pareciera no ser natural en los seres humanos, o al menos no en gran parte de la población, asumir la responsabilidad de nuestros actos. Más adelante vamos a revisar algunas de las razones para ello. Cuando no estamos preparados y dispuestos a asumir la responsabilidad de nuestras acciones y, las circunstancias en las que nos encontramos parecieran ser adversas o desagradables, tenemos la tendencia de buscar culpables a quienes señalar, buscamos la forma de justificamos o nos culpamos a nosotros mismos. Pero ninguna de estas tres acciones nos van a ayudar a superar las situación o circunstancia no deseada y mucho menos evitar que vuelva a ocurrir.

Hacernos responsables sí, porque tiene que ver con observar nuestros actos, ser reflexivos, comprender qué estamos haciendo, sobre qué creencias estamos operando, cuales son nuestros esquemas de pensamientos, nuestras actitudes, nuestros hábitos, cuáles nuestras fortalezas y debilidades, qué acciones son automáticas, qué situaciones repetitivas, para poder hacer los cambios que produzcan los resultados deseados. Es buscar en el sistema los puntos en los que podemos intervenir.

Entendamos reflexionar, como la capacidad de mirarnos a nosotros mismos con honradez y humildad a través de nuestros “ojos” o del feedback que recibimos. Hacerlo puede parecer complejo, sin embargo, más bien resulta una experiencia muy interesante que a la vez nos permite desarrollar nuestro potencial, haciendo que surja la mejor versión de nosotros mismos.

Recomendación

Si observa que no es capaz de alcanzar lo que se propone aun cuando hace todo el esfuerzo que le es posible, a pesar de la constancia, si de pronto descubre que comete errores “tontos” que le cuestan concretar su meta, si se siente que no es capaz o piensa que no lo merecía en realidad, busque ayuda. Los grandes hombres que han realizado las mayores hazañas, no lo hicieron por no buscar ayuda, sino por todo lo contrario. Generalmente fueron capaces de identificar sus debilidades y se hicieron acompañar por aquellos que podían complementarlos. Los programas operan de forma silenciosa y a su vez determinante. No es para todos, el cambiarlos sin ayuda. Lo mejor es apoyarse en profesionales capaces de ayudarlo a identificar esa creencia o hábito que está ocasionándole problemas innecesarios. Como dice el dicho: “Errar es de humanos, corregir de sabios”.

Lornis Hervilla © 2016

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Esta entrada fue publicada en 25 de marzo de 2016 por en consciencia, creencia, hipnosis, palabras, PNL, terapia y etiquetada con , , , , , , , , , .
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