Reflexiones senoixelfeR

El espejo que refleja nuestro interior

¿Por qué nos juntamos y separamos? Trascender y la dinámica de las relaciones

¿Alguna vez ha pensado cómo es que nos relacionamos con algunas situaciones y personas? ¿Cómo es que coincidimos con unos y no con otros? ¿Qué determina el escenario en el que se desenvuelve la obra de nuestra vida y el papel que encarnamos?

La carrera de los trece kilómetros

Recuerdo que cuando tenía quince años, me inscribí en una carrera de trece kilómetros. No fue idea mía realmente sino de mi papá, quien me entusiasmó a participar porque estaba seguro de mi buena condición física. En aquel tiempo yo entrenaba fuertemente casi a diario, y jugaba fútbol con frecuencia, así que correr trece kilómetros parecía algo sencillo. Sólo había un detalle, ni mi papá, ni yo, habíamos tenido experiencia en carreras antes, sólo contábamos con que yo podría correr esa distancia con facilidad y eso parecía bastar. En aquel tiempo no había Internet, así que preguntando aquí y allá, mi papá me dijo que debía comerme un buen plato de pasta la noche antes del evento, para que me hiciera de suficientes carbohidratos que me sostuvieran durante la competencia. En la mañana del día de la carrera, me dijo:

-Hijo, trota tranquilo, tómatelo con calma, seguramente vas a ver que algunos saldrán corriendo de la meta, esos son los que no saben, a medida que vayas avanzando, los vas a encontrar cansados por el camino.

Las carreras y la vida

Esa fue la única vez en mi vida que participé en un evento como ese, pero la experiencia en general fue grandiosa y, a medida que pasa el tiempo he descubierto en esa vivencia ideas que aplican para otras cosas. Por ejemplo, a lo largo de mi vida me he encontrado con personas maravillosas y, como en una carrera, algunas de ellas permanecen un tiempo en el lote que corre a mi ritmo, algunas se cansan y se van quedando en el camino, y otras en cambio, tienen un ritmo mucho más rápido que no puedo igualar y soy yo el que se queda rezagado. Esa carrera, y todas en general, tienen un cierto paralelismo con nuestro andar por la vida. Tenemos compañeros que permanecen con nosotros por un tiempo, como ocurre en la vida, llegan a nosotros personas con las que compartimos ciertos intereses en común y surge la amistad, llegando incluso a considerar a algunos como parte de nuestra familia, o están con nosotros por cuestiones de trabajo, de negocios, por compartir la misma ubicación geográfica, porque sus hijos estudian con los nuestros, porque estudiamos juntos, en fin, porque compartimos por un lapso de tiempo, un contexto determinado. Otras veces, los corredores simplemente pasan a nuestro lado, lo que implicaría en la vida que no surjan lazos entre esas personas con las que nos cruzamos y nosotros. También hay corredores que deseándolo o no, nos dan un fuerte codazo o se nos atraviesan en el camino, en la vida, vendrían a ser aquellos con quienes rivalizamos, a quienes no le agradamos o no nos agradan. Y como en los maratones, en algún momento y casi de manera invariable, comenzamos a distanciarnos unos de otros. Este distanciamiento no significa que el sentimiento de aprecio haya desaparecido necesariamente, o que haya surgido un conflicto, es más bien que ya no coincidimos, ya no nos frecuentamos como antes, las conversaciones no son tan largas o tan animadas, los horarios no cuadran, algo se interpone, es como si el ritmo de carrera de ellos y el de nosotros variara de tal manera que ya no podemos encontrarnos.

Uniones y separaciones, y la trascendencia de situaciones, lugares y personas.

Hubo un tiempo en el que comencé a pensar en las posibles causas de este fenómeno. ¿Qué hacía que las personas se separan? ¿Qué provocaba el enfriamiento de las relaciones? ¿Había algo que yo pudiera hacer para evitar que ocurriera? Recuerdo que en oportunidades, me empeñaba en mantener el contacto con amigos de una manera forzada, y los resultados rara vez eran los esperados, en ocasiones incluso las interacciones se tornaban desagradables. De igual forma, traté repetidas veces de que un grupo de amigos conociera a otro grupo, como para que la “familia” de amigos se ampliara y no se dispersara. En mi mente, los imaginaba a todos juntos compartiendo y hasta agradecidos por el encuentro, pero la verdad es que la mayoría de las veces esto no funcionó e incluso, noté fricciones entre ellos. Simplemente unos y otros no se compenetraban, no encajaban, y al final del intento, cada quien seguía con su vida, a su ritmo, y en sus espacios. Luego de ver con desilusión esta realidad, comencé a preguntarme si no sería más bien un fenómeno normal en las relaciones humanas. Seguí mis observaciones con más detenimiento, indagando aquí y allá, y descubrí que esto era más común de lo que yo había imaginado y me di cuenta que los grupos surgen de manera espontánea. Basta ver a un grupo de personas en un consultorio de nutrida concurrencia, o en una fiesta donde no todos se conocen, o tal vez en un nuevo equipo deportivo, para ser testigos del desarrollando de esta dinámica de asociaciones. Estas observaciones me llevaron a pensar que lo que ocurría tenía más que ver con: niveles de conciencia.

Niveles de conciencia

La mayoría de nosotros, se une y se separa de las personas con frecuencia. Si tomamos como punto de inicio el nacimiento, comenzamos el ciclo con nuestras madres. Desde la concepción hacemos la primera conexión con un ser que no somos nosotros, llegando al punto de sentirnos y ser parte de ella, y después de que nacemos, esta unión continúa afectiva y fisiológicamente. Dependemos de nuestra madre, y si ya no estamos conectados a ella a través del cordón umbilical, lo estamos a través del alimento que proviene de sus senos. En sus brazos nos sentimos seguros, buscamos y reconocemos su olor, su voz y deseamos su compañía, y aunque aun nos falta mucho por aprender, a esa temprana edad sentimos y apreciamos sus caricias, su devoción, y su profundo amor; pero lógicamente nos separamos de ella por momentos. Esa separación nos resulta desagradable y casi siempre la sufrimos manifestándola con protestas y llanto, a menos que nos hayamos dormido. Con el transcurrir del tiempo, aparecerán otras personas en nuestra vida, nuestro padre, tal vez los hermanos, abuelos, tíos, y todo aquel que se encariñe con nosotros, y una vez más, viviremos el proceso de acercamiento y separación. Seguimos creciendo y ahora nos juntamos con otros niños y vamos a la escuela. Los primeros días, algunos lloramos al llegar, pero en algún momento surgen las amistades y entonces nos lamentamos si no podemos seguir jugando con ellos. Esta entrada y salida de personas a nuestra vida continuará y se mantendrá el resto de nuestros días.

¿Pero, ha pensado qué nos junta con esos seres en particular? ¿Por qué precisamente con ellos, en esos momentos y en esos lugares? ¿Será un mero efecto de la casualidad o habrá otros factores? Si observamos un jardín de infancia, veremos que no todos los niños juegan con todos. Incluso a esa temprana edad, nos agrupamos de maneras específicas. Decimos luego, cuando ya estamos más crecidos, que escogemos a nuestros amigos, ¿pero, realmente los escogemos por las razones que creemos? ¿Por qué ellos? ¿Por qué ese grupo? Además de los grupos de amigos, puede haber personas o grupos que no nos agradan, o no les agradamos o ambas cosas. Esto tampoco es casual, y estos grupos, agradables o desagradables, por alguna razón comparten el espacio y tiempo con nosotros. ¿Cómo ocurre este fenómeno? La respuesta a esa pregunta creo haberla encontrado mientras jugaba fútbol de salón, y más adelante comentaré cómo llegué a ella, antes quiero hablar de qué es el “nivel de conciencia”.

¿Qué es el nivel de conciencia?

El nivel de conciencia es el resultado o equivalencia de nuestras actuaciones en los distintos planos dimensionales. Estas actuaciones tienen distintas naturalezas, y se manifiestan permanentemente y de manera simultánea en todos los planos.

Los planos o contextos dimensionales son: el plano de conciencia, el plano espiritual, el plano información, el plano mental y el plano energético. Nombrados en ese orden, van de lo no denso a lo más denso. Hay contextos, como el plano material, que surgen de la combinación de los planos antes mencionados.

La dimensión conciencia, es donde habita El Observador, aquel que no emite juicios ni toma partido en las interpretaciones que hacemos a través del ego. Percibimos ese plano dimensional de manera consciente, cuando llegamos a niveles profundos de meditación y logramos que la mente esté en reposo. Una de las manifestaciones que provienen de este plano dimensional es la sabiduría.

La dimensión espiritual, es un plano de luz. Su principal función es la de crear y sostener el ciclo de la vida. Es la fuente que permite que un organismo se manifieste en otros planos proveyéndoles vitalidad, es el aliento de vida.  Desde este plano se sostiene el ciclo de transformaciones que sufrimos durante el camino evolutivo (incluidos nacimientos y muertes). El plano espiritual no sólo sostiene la vida de los organismos, también da vida a lo que llamamos erróneamente elementos u objetos inanimados y a los más sutiles e inmateriales.

La dimensión información, como su nombre lo sugiere, es la que contiene toda la información del Universo. Lo que se sabe, lo que han experimentado todos los seres de todos los tiempos, toda la información de las vivencias, las ideas, las distintas perspectivas, lo que ocurre y lo que no ocurre. Es la que contiene la información de la organización de todo lo que existe. Entre otras cosas, permite que las cosas se mantengan y no se disgreguen otorgando coherencia.

La dimensión mental, es la que contiene o sirve de asiento a las mentes, desde la más rudimentaria, hasta la más suprema. Desde este plano se crean las formas que se manifiestan en el plano energético. Una característica interesante de este plano dimensional, es que en él, las mentes se combinan creando grupos mentales cada vez más complejos que operan de manera conjunta, consciente o inconscientemente. Estos grupos mentales se combinan con otros, dando forma a nuevas y más complejas organizaciones mentales.

La dimensión energética, es la que sirve de repositorio a las fuerzas vibracionales del Universo. Estas fuerzas dan vida a las partículas que se manifiestan como ondas y como luz, pero la luz de este plano es de una naturaleza distinta a la luz del plano espiritual. Es en este plano, donde encontramos materializado lo creado en la dimensión mental. Es la dimensión de lo más denso del universo. Los acontecimientos en este plano, de cualquier naturaleza, son registrados en el plano dimensional de información, son sostenidos por emanaciones del plano de la dimensión espiritual y observados por conciencias residentes en el plano dimensional de la conciencia.

Todas estas dimensiones sostienen fenómenos que operan conjunta y simultáneamente, interactuando entre sí de manera articulada y permanente. Para tener una idea, piense en nuestro cuerpo, posee distintos sistemas como el circulatorio y el respiratorio, que aunque distintos y diferenciados, se comunican permanentemente y generan procesos en conjunto.

Estas dimensiones son la base para todo lo que conocemos, y todo lo que existe se relaciona y tiene una parte en cada una de ellas. Nuestra “realidad”, es el resultado de estas interacciones que hacemos consciente e inconscientemente, y el nivel de conciencia de cada uno esta determinado por este proceso.

Múltiples aristas

Ahora bien, es importante mencionar que el nivel de conciencia no es un valor único per se. Se habla de nivel de conciencia por comodidad del lenguaje, pero recordemos que es el resultado de la interacción de un conjunto de variables que se relacionan entre sí dinámica y permanentemente. Para ejemplificarlo, podríamos pensar en una persona adulta que desempeña diversos roles. Esta persona podría por ejemplo, tener un buen desempeño como trabajador, como deportista y como amigo, pero tal vez no como padre o como pareja. O pensemos en un deportista de alta competencia, es una persona que destaca sobre el resto por sus habilidades deportivas, pero tal vez no tanto como ciudadano.

En ambos casos, cada uno tendrá a su vez, altas y bajas en el desempeño de las áreas que en promedio domina. Por ejemplo, el deportista de alta competencia, no estará al tope de su nivel todo el tiempo, habrá días en que su desenvolvimiento no será tan alto, juegos en el que las cosas no le salgan tan bien como suele conseguir. Claro está, que aunque su nivel sea bajo en algún momento, será circunstancial y seguramente ese nivel bajo, aun será alto en comparación con el resto de las personas. Pero en definitiva, los desempeños irán cambiando, algunos mejoraran, otros no, y a su vez, dependerán de lo que logre avanzar en cada arista, de su aprendizaje, de la práctica, de su evolución, de su decaimiento físico, etc. Teniendo en cuenta esto, entonces no necesariamente una persona es excepcional en todas las áreas de la vida en todo momento, habría que considerar el contexto preciso en el que se observará su rendimiento. De la misma manera, cada uno de nosotros tiene un desempeño específico a nivel interdimensional, el conjunto simultáneo de estos desempeños en un momento específico, determinará el estadio de conciencia particular que nos corresponda. Cuando se hable de “nivel de conciencia”, sabremos que no hablamos de un valor único e inmutable, sino variante y dependiente de múltiples factores.

¿Cómo se relacionan los niveles de conciencia?

El siguiente ejercicio mental, le ayudará a tener una idea de cómo el nivel de conciencia determina nuestra situación o contexto. Suponga que usted es un pez de mar. Cada pez, y usted no es la excepción, tiene un rango de desplazamiento dentro de ese mar que variará de acuerdo a su voluntad pero dentro de ciertos límites. Usted podrá hacer desplazamientos hacia adelante o atrás, a los lados y hacia arriba o hacia abajo. También estará sujeto a los parámetros dictados por su cuerpo, sus limitaciones fisiológicas, y también, por qué no decirlo, restringidos por sus hábitos, creencias, paradigmas y lo aprendido a través de sus congéneres y por propia experiencia. Entonces, tiene límites de desplazamientos que están determinados por su cuerpo y por su mente. Usted, partiendo de ese condicionamiento elige desplazarse a lo largo, ancho, y variar la profundidad cuando así lo desee. Los peces de su misma especie, a la vez, pueden nadar a su lado o relativamente cerca, debajo o arriba de usted, de acuerdo a cómo ellos también decidan, pero a la vez, también limitados por condicionamientos similares y particulares. Entonces como pez, usted puede situarse, de acuerdo a su deseo, en un punto dentro del Océano. Esa posición le proveerá inmediatamente de una latitud, longitud y altura específicas, más no fijas, considerando que estará expuesto a corrientes internas y múltiples eventos que muy probablemente le exigirán que cambie de lugar. De esta manera, su ubicación no es un valor único, estará compuesto por tres valores:

  1. La latitud, medida como la distancia angular entre usted y la línea imaginaria que divide a la tierra en los hemisferios norte y sur, llamado ecuador.
  2. La longitud, que sería la distancia entre usted y el meridiano de Greenwich.
  3. La altura, que sería la distancia entre usted y al lecho marino.

Ahora veamos los paralelismos, la posición de cada pez, representaría su nivel de conciencia. Cada uno de los ejes cardinales sería una dimensión, la cual siempre se manifiesta sin importar donde sea que se ubique. Su ubicación (nivel de conciencia) dependerá de lo que decida y responda ante los estímulos externos, y ese nivel de conciencia lo situará en un entorno particular, con ciertos peces a su alrededor y con oportunidades y amenazas propias del sitio (situaciones). Fíjese que las dimensiones están presentes en todo momento. También considere, que hay lugares dentro del océano, que aunque usted quiera visitar, no podrá, incluso si vence sus limitaciones mentales, ya que para poder alcanzarlas, requerirá hacerse de otra estructura corporal, más sutil o más resistente de acuerdo a la profundidad en la que vaya a permanecer.

Claro está, esto es sólo un ejemplo para explicar un proceso que es mucho más complejo y dinámico, pero sirve para hacernos de una idea del mismo. Para dar un ejemplo de la complejidad de la que hablo, considere que dentro de cada dimensión, se manifiestan diversas variables producto de nuestro entendimiento y nuestro accionar en cada contexto. Esa dinámica, constantemente variable, es la que nos reúne o separa de las personas que nos agradan, y también de las que no nos agradan, de los amigos y de los enemigos, de las parejas, de los lugares y de las situaciones.

Recuerdo que en una oportunidad, una chica vino a mi consultorio, porque quería resolver un conflicto que le ocasionaba dificultades con el tema de pareja. Resulta que ella, siendo una niña, había sido víctima de abuso sexual por parte de un hombre que frecuentaba su casa, un conocido de la familia. Tomando en cuenta el tema de los niveles de conciencia, decidí indagar porqué ellos se habían encontrado en ese lugar y ese momento para interactuar como lo habían hecho. Me valí de la regresión en edad, para buscar en sus vidas pasadas si se conocían de antes, y en efecto así fue. Mi mayor sorpresa fue que en por lo menos seis vidas anteriores ellos habían estado enfrentándose y causándose daño mutuamente. En una vida por ejemplo, ella era un soldado y lo mató en batalla. En otra vida, pertenecían al mismo ejército, pero ella era su superior, por un problema que tuvieron ella lo degradó haciéndolo caer en desgracia. En otra vida, ella era mujer, y él se enamoró de ella, pero ella se casó con otro y se las arregló para humillarlo. Estos conflictos de degradación y muerte se fueron dando entre estos dos seres a lo largo de varias vidas, reuniéndose una y otra vez en distintos lugares y tiempos, para interactuar de maneras violentas. Luego de darse cuenta de este ciclo de relaciones violentas entre los dos, ella pudo comprender por qué había sucedido lo que ocurrió. No significa que el echo en sí no sea repulsivo, pero viendo un poco más allá de lo evidente, somos capaces de comprender o considerar otras cosas. La manera en que en su caso, podía resolver este asunto, era a través del perdón. Asumir su cuota de responsabilidad en los hechos que iban más allá de su vida presente, y decidir dejar atrás esos pasado, para poder vivir el presente de manera íntegra.

También he encontrado otros casos, de personas que se han reunido una y otra vez con seres queridos (amigos, familiares y parejas), en vidas sucesivas. Cuidándose y ayudándose unos a otros. Hay otras interacciones que son más rápidas, y que nos hacen coincidir en un autobús, en una fiesta, en un salón de clases, o en una acera. Los encuentros no son casuales, lo que sucede es que el número de variables que entran en juego es tan grande, que no solemos notarlo. Sin embargo, quienes de nosotros no ha tenido un encuentro insólitos e improbable que literalmente le ha cambiado el sentido a su vida. Estos encuentros suelen denominarse sincronicidades, el nombre en realidad no importa, lo cierto es que son realmente sorprendentes y en muchos casos, determinantes en las vidas de quienes lo identifican.

¿Qué rol jugamos entonces, en este mar de variables y dimensiones?

Estoy convencido de que flotamos en un río de vida, que comprende y sostiene nuestros nacimientos y muertes, e invariablemente su cauce nos conduce a todos hacia las cascadas del despertar. Digo cascadas porque el despertar también tiene sus niveles. En este río de vida, algunos luchan empecinadamente contra la corriente, retrasando su evolución, otros sólo flotan y se dejan llevar y en ocasiones, por su pasividad, son víctimas de remolinos, de meandros, de las rocas y de los azares del cauce, pero hay un grupo que está despierto y participa con conciencia o quiere hacerlo, estos últimos nadan a favor de la corriente, notan los obstáculos o por lo menos saben que pueden surgir, por lo que se mantienen expectantes, y a medida que avanzan, aprenden lo máximo que pueden, de sus experiencias y de quienes lo rodean. Quienes así avanzan, encuentran que en realidad el río es un lugar agradable y productivo, del que podemos aprender muchas cosas, sobre todo, de nosotros mismos. Estos seres se fortalecen paulatinamente, y en ocasiones, cada vez con más frecuencia, beben directamente de la fuente del conocimiento, poco a poco, se van convirtiendo en guías para otros, en fuentes de inspiración, y hasta en en dioses creadores.

Este andar tiene la particularidad de ser individual y colectivo al mismo tiempo, muy parecido como ocurre con los que se encuentran en la corriente del río. Individual, porque cada uno debe mover sus brazos y sus piernas para no perderse en el fondo de las aguas, es decir, cada quien asume su cuota de responsabilidad en su despertar, haciendo uso de su libre albedrío. Colectivo, porque nos acompañamos en el viaje en grupos, y estos forman conjuntos de conciencias que se agrupan para formar conciencias mayores y colectivas. Por esta razón, los avances que hace una persona particular nos beneficia a todos como grupo humano, porque funciona como cuando un miembro de una familia alcanza una gran fama y prestigio. Esa fama y prestigio influyen sobre el resto de la familia.

Si comprendemos esto, podemos colaborar con el proceso evolutivo, hacernos nadadores que aprovechan la corriente, así el proceso es mucho mejor. Es como cuando un paciente, pone todo su empeño en curarse, o un estudiante, pone todo su empeño en aprender, o como un niño que llega a comprender por qué es importante que coma alimentos sanos. Probablemente el paciente pueda sanar sin intervenir, pero su recuperación será mucho más rápida si coopera. Un estudiante pudiera aprender algo en la escuela, pero será mucho más provechoso si realmente desea hacerlo, y está demostrado, que los niños se fortalecen más y se desarrollan mejor, cuando realmente desean alimentarse y disfrutan lo que comen. De la misma forma, ocurre con el nivel de conciencia, si hacemos uso de nuestro libre albedrío y decidimos contribuir con nuestra evolución, obtendremos el apoyo del Universo. Como dice un viejo dicho: “Cuando el alumno está preparado, aparece el maestro”. Además de elegirlo, podemos también buscar ayuda y aprovechar técnicas especializadas como coaching, hipnosis, PNL, yoga, y en especial, la meditación.

El instrumento y la canción que interpretas.

En el Universo, cada quien responde o reacciona ante la dinámica de la vida, consciente o inconscientemente, y al hacerlo vamos generando resultados y obteniendo “nuestras” experiencias, verificando hipótesis, creando hábitos, adoptando paradigmas, aprendemos a tomar decisiones, interactuando de múltiples maneras. El ciclo es más o menos este: nuestra comprensión influye y moldea las interpretaciones, mentales y emocionales que hacemos del entorno, y estas a su vez nos conducen a que reaccionemos o generemos respuestas, esto nos sitúa dinámicamente en un determinado nivel de conciencia, que a su vez nos ubica en un nuevo contexto, muy probablemente con una nueva comprensión.

Entonces, en este camino de vida, vamos encontrándonos con personas que al igual que nosotros, avanzan a su ritmo. Es como si cada uno de nosotros interpretara un instrumento, y un organizador (las leyes que operan en el Universo), dependiendo de la música que ejecutemos, nos colocará de manera automática y perfecta en la orquesta que nos corresponda. Ya sea que toquemos una armoniosa sinfonía, o un estruendoso rock, seremos colocados en el lugar apropiado, con los músicos que vibran en la misma onda que nosotros, nos agraden o no. En cada orquesta o grupo musical, nos encontraremos con otros ejecutantes (compañeros en el camino), que al igual que nosotros ejecutan su porción de la partitura, pero luego, finalizada la pieza, el concierto o la gira, cada quién sigue su camino al lugar que le corresponda de acuerdo a su nivel de interpretación. Puede ocurrir que sigamos tocando juntos con otros músicos amigos o no, o que cambiemos de orquesta. Incluso puede ocurrir que algo cambien en nosotros y decidamos tocar otro ritmo musical. En esta dinámica, encontraremos músicos y directores a los que admiraremos y queramos emular, gente que nos inspire y que nos sirva de ejemplo, y otros que no, que nos sean indiferentes o que incluso nos desagraden. Nosotros mismos a su vez, entusiasmaremos a otros, y serviremos de modelo o ejemplo para quienes consideren que nuestro desempeño es digno de emular.

Un ejemplo de esta sinfonía

Desde que era niño, me han gustado los deportes, en especial el fútbol. Este último, lo he practicado en equipos organizados y en la calle, en las llamadas caimaneras (así se le dice al juego informal en mi país). Cuando ya no era tan joven, trabajaba y era padre de familia, el tiempo de juego se redujo considerablemente. Sin embargo, un grupo de diferentes edades y procedencias, entusiastas como yo del deporte, nos reuníamos los domingos a las nueve de la mañana bajo un sol abrasador, para jugar hasta casi las dos de la tarde. Esto lo hacíamos religiosamente. Al culminar el juego, me resultaba muy interesante ver cómo se formaban automáticamente pequeños grupos, casi siempre se reunían los mismos. De nueve de la mañana a dos de la tarde, había un nivel de conciencia que nos reunía a todos en ese espacio, pero luego, cambiaba ese nivel en cada uno de nosotros, dando como resultado que surgieran otras agrupaciones. Bajo la conciencia deportiva, era posible que espontáneamente nos reuniéramos personas de distintas procedencias, profesiones e intereses.

Trascender

Según el diccionario de la real academia española, trascender tiene varias acepciones, una de ellas le atribuye el significado de “ir o estar más allá de algo”. Entonces, cuando nos distanciamos o separamos de ciertos lugares, situaciones o personas, lo que ocurre es que hemos trascendido ese lugar, situación o persona, o vise versa. Es decir, nuestro nivel de conciencia ya no es el mismo, por lo que ya no coincidimos en espacio y tiempo. Esto no significa que sea definitivo, pudiera ocurrir que esa confluencia o sintonía se repitan luego. Hay casos en que ocurre que nos reencontramos con situaciones, lugares o personas que estuvieron en nuestras vidas en el pasado, eso sí, es muy poco probable que la relación sea exactamente la misma, habrá cambios. Hay numerosos casos, y tal vez usted ha sido protagonista de alguno de ellos, de reencuentros con personas, lugares o situaciones que pensamos haber dejado atrás para siempre. Hay quienes incluso han abandonado un lugar para no volver y luego sin darse cuenta, están de regreso, o quienes se marchan de un trabajo, y luego de cierto tiempo regresan sin comprender como ocurrieron los hechos, novios que terminan una relación varias veces, o inclusive, personas que se han divorciado y luego se vuelven a casar. Entonces, trascender no es algo definitivo, pero no podemos predecir lo que va a ocurrir, ni mucho menos forzar las cosas para coincidir, recordemos que las confluencias dependen también del nivel de conciencia de los otros.

Aceptar la trascendencia

Vivimos donde vivimos y con quienes compartimos debido a nuestro nivel de conciencia compartido. Cuando cambiamos, sobre todo si los cambios son significativos, es muy probable que nos mudemos, que personas salgan de nuestras vidas (o no sotros de las de ellos) y que personas nuevas lleguen. Cuando esto ocurre con algún miembro de una pareja, puede dar lugar a una separacion o a un divorcio. He visto como personas que se han casado con la ilusión de compartir la vida juntos, cambian (lo cual es natural), modificando significativamente su nivel de conciencia, al punto en que se van alejando cada vez más y más de su pareja. Algunas veces de manera tan gradual que no lo notan sino cuando ya es tarde, y tienen pocas cosas o nada en común. En este punto, algunos intentan reencontrarse torpemente, y otros simplemente siguen su camino llenos de frustración o resentimiento, por no comprender lo que ocurrió realmente. Muchas veces quienes se empeñan en seguir, sin comprender lo que ocurre, son atormentados por forzarse a vivir con alguien que no vibra igual que ellos. También ocurre, que quienes deciden separarse por otras razones, terminan buscándose a escondidas una y otra vez, algunas veces con tontas excusas, o de manera inconsciente, hasta que en un punto se cansan de la farsa y vuelven a juntarse de nuevo (por nivel de conciencia compartido)

El apego

Considero que una de los trastornos que más deterioran una relación, es el apego. Del apego, surge la necesidad de controlar, los celos, la desconfianza, y un sinfín de situaciones que lejos de ayudar a la relación, la empobrecen y la secan. El apego en sí mismo tiene muchas caretas. Algunas personas están apegadas a la comodidad de lo conocido, y prefieren la incomodidad de convivir con quienes no desean, sólo por evitar el cambio. Otros, deciden soportar la incomodidad, o el tedio, porque se apegaron a la idea de “buena imagen” que consideran les proporciona ante los demás, mantenerse junto a la pareja en matrimonio, se dejan llevar por lo que algunos llaman “el qué dirán”. También hay personas que deciden forzar la situación y mantenerse juntas para proteger a terceros, principalmente a los hijos, o para no “desilusionar” a los padres quienes supuestamente se defraudarían si decidieran separase. También son víctimas del apego los hijos que no abandonan nunca la casa de sus padres, supuestamente para cuidarlos, esperando condiciones favorables, o por el pretexto de que viven cómodos así; y los padres que por el temor a la soledad, al cambio o a no saber que hacer con sus vidas, inventan toda clase de pretextos o se desviven en atenciones para mantener a lo hijos en la casa. Otro caso de apego, lo viven las parejas o amigos que consideran desleal apartarse del otro. Estos viven en función de los buenos tiempos, que ahora en el presente no lo son tanto. También están quienes se sienten en deuda, o la combinación de los casos antes mencionados. Al final, el apego es una gran pérdida de tiempo y energía, es nadar contra la corriente del caudaloso río de la vida, con la esperanza de subir a nado las aguas de una gran cascada.

Ahora, cuando me hallo en presencia de una separación, asumo que se trata simplemente de la manifestación del fenómeno que llamo “trascender”. Si es una pareja que se separa, “trascender parejas”, si es un cambio de empleo, “trascender el trabajo”, y así sucesivamente.

Ahora bien, tal vez se pregunte, ¿Qué podemos hacer como pareja, si queremos formar una familia y vivir juntos? La respuesta es simple, mantenerse unidos en conciencia. Una pareja que comparte amorosamente, respetando sus espacios, sin apegos, con consideración, es una pareja con altas probabilidades de mantenerse junta. Una familia que comparte amorosamente, que se divierte sanamente, en las que se vive la solidaridad, el respeto y el amor, es una familia que mantendrá niveles de conciencia tales que se mantendrán unidos. Notar si un hogar es de este tipo es muy sencillo, basta sentir lo agradable que es compartir con ellos, participar en esa dinámica armoniosa que han logrado. Claro está, podrán surgir situaciones difíciles o desagradables, pero son las excepciones y no la regla. Ahora bien, hay que recordar que no podemos hacer que los demás piensen como nosotros, pero si podemos influirlos con nuestro ejemplo. Acompañar los actos con nuestras palabras y viceversa, brindar el ejemplo, servir de modelo, esa es la vía. Se podría resumir en: hacer lo que deseamos que hagan con nosotros, hablarles como deseamos que nos hablen a nosotros, considerarlos y quererlos como a nosotros mismos.

Y si sabemos esto, ¿qué hacer entonces?

Como con cualquier principio universal, lo mejor que podemos hacer es aceptarlo y comprenderlo. Asumirlos como asume el viento un navegante, que aprovecha la fuerza de los vientos para desplazar su barco sin importar a donde sople. De la misma manera, nosotros podemos aprovechar estas propiedades para nuestro beneficio y el de toda la humanidad. Comprender estos principios, pasa por abrir nuestra mente, adoptar el rol de permanente aprendiz, estar atentos a los patrones que presenciamos y asumir todas las experiencias e interacciones como oportunidades de aprendizaje. Es dejar de vernos como víctimas para vernos como creadores de nuestra realidad. Sobre todo, implica ser humildes, reflexivos y amorosos con todo, con las personas, con las circunstancias y con nosotros mismos. Por otro lado, ponernos en contra de los principios universales, es como querer combatir la gravedad o la fuerza de los mares, es querer detener un tsunami con nuestro cuerpo, o como dice el dicho aquel “querer tapar el sol con un dedo”.

Cuando decidimos participar activamente, dejamos de buscar culpables. Asumimos que las situaciones que vivamos, los lugares donde nos encontremos, y las personas que nos rodeen, son el resultado de la música que estamos desempeñando, es decir, el resultado de nuestro nivel de conciencia. Entonces, en lugar de reaccionar, negando, confrontando o huyendo, nos dedicamos a aprender de ese contexto, asimilamos esos nuevos conocimientos, y cambiamos; de lo demás se encargará el Universo, ya que sabemos que estos cambios internos reorganizarán mágicamente todo a nuestro alrededor. También, es útil comprender que si algo que nos ocurre, no nos agrada, no es debido a la mala suerte o a un destino desventurado, sino a que esa situación es la justa oportunidad que tenemos de hacernos de un aprendizaje, esa experiencia es en realidad un maestro. Cuando asumimos esta actitud logramos un gran avance, el sólo hecho de aceptar el momento presente, sin resistirlo, hace una enorme diferencia. No significa que tenemos que estar de acuerdo, o que no hagamos nada al respecto, se trata de no rechazarlo, aceptarlo tal cual es, para que respondamos en lugar de reaccionar, porque esa respuesta es en definitiva lo que nos hace responsables. Trabajar desde nuestro interior y con conciencia, transformándonos para transformar. Así, nos convertimos en agentes de cambio, que no se quejan o juzgan, sino que catalizan el despertar de otras conciencias.

El desenlace de la carrera

El día de la carrera de los 13 kilómetros, hice lo que mi papá me había indicado, salí con un ritmo cómodo y vi en efecto, cómo me pasaban casi corriendo otros corredores, incluso personas que a mis quince años consideraba bastante mayores, tal vez habrán tenido cincuenta o sesenta, en ese entonces para mí eran viejitos. En la ruta, había gente animando a los corredores, y en el piso estaba señalizazo con marcas cada kilómetro de la ruta. Recuerdo que ya comencé a aburrirme en el kilómetro siete, no estaba cansado físicamente, sino fastidiado (cansancio mental). Recuerdo que me preguntaba, dónde estarían las personas que se suponía iba a conseguirme por el camino. Antes de la carrera, me los imaginaba sentados en las aceras con la lengua afuera, pero la verdad era que no había visto nada de eso. Apuré el paso, comenzó a preocuparme la estrategia y decidí apurarme un poco. Cuando faltaban dos kilómetros, sentí más confianza y decidí apurarme aun más, había rebasado a unos cuantos, pero no una cantidad que me asegurara algún puesto en el podio. En ese momento era claro que lo de las personas agotadas en masa, había estado sólo en nuestra imaginación. Faltando unos doscientos metros, sentí la emoción de ver el punto de llegada, decidí correr y en mi carrera dejé a algunos corredores más atrás. Crucé la meta con mucha expectativa, y me encontré con mi papá que me recibió como si yo había llegado de primero. Me dieron una medalla, hidratación y frutas. Había una mesa donde registraban a los corredores que llegaban y donde informaban el lugar en el que habíamos llegado. Llegué en la posición noventa, creo. Según «los entendidos», no estaba mal para ser mi primera carrera, pero no me pareció divertido y nunca más volví a participar en alguna otra. Sin embargo, a través de los años, recuerdo muchas cosas que me pasaron por la mente mientras corría. Recuerdo por ejemplo que pensaba “¿qué sentido tiene estar corriendo y corriendo”, “sería mejor haberme quedado en casa tranquilo”, “¿qué tal si no sigo, qué pasaría?” “¿Dónde está el resto de los corredores?”. También recuerdo haber sentido vergüenza, al darme cuenta que unos cuantos señores “mayores”, habían llegado primero. Ahora que escribo esta reflexión, me llama la atención y me conmueve, la alegría que tenía mi papá al verme llegar, parecía como si hubiera llegado de primero. Recuerdo que me dijo: “negro, vi a un hombre que salió corriendo y llegó corriendo a la meta”, y nos echamos a reír por todo el camino a casa, riéndonos de nosotros misos al darnos cuenta de que la estrategia había sido un fiasco.

Trascender y la ilusión de la separación

En el Universo, estamos sumergidos como verduras en una sopa. Cada uno impregnando el caldo con su sabor, aportando y recibiendo al mismo tiempo, como si se tratase de una respiración. Hablar de separación, en realidad es hablar de la ilusión de separación, porque en cierto modo, todos estamos permanentemente conectados con todos.

Si queremos saber cuál es nuestro nivel de conciencia, observemos nuestro entorno, las situaciones que vivimos y cómo las vivimos, las personas que nos rodean y cómo interactuamos con ellas, y pregúntemosno: ¿Cómo me estoy relacionando con todo esto? ¿Qué rol estoy asumiendo? ¿Estoy siendo pasivo, víctima de las circunstancias, o proactivo, y por ende, un agente de transformación? ¿Qué estoy haciendo con mi vida? ¿Soy testarudo y nado en contra de la corriente? ¿Simplemente estoy flotando entregado al destino? ¿Aprovecho el impulso y tomo parte contribuyendo a mi evolución de manera proactiva?

Una de las cosas que más me llama la atención de la conciencia, es su capacidad de percibirse a sí misma, de auto contenerse, creo que así lo hace El Universo, y que este se mira a sí mismo a través de cada uno de nosotros. Al fin y al cabo, nuestra experiencia es la experiencia de la totalidad, vivida desde una perspectiva circunstancial a la que llamamos “yo”, y la información que generamos, es producto de la interpretación que hace ese “yo” circunstancial. Creo que la carrera de la vida, nos conduce a trascender esa visión circunstancial ampliándola cada vez más, y a medida que lo hacemos, comienza a expresarse nuestra eternidad, nuestra dimensión infinita.

Lornis Hervilla © 2012

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Esta entrada fue publicada en 29 de septiembre de 2012 por en Apego, Pareja, Relaciones y etiquetada con , , , , , , , , , , , , .
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